“Hay personas que le dan prioridad a cosas sin importancia”, la razón de esta aseveración surge y reside en la comparación con las expectativas de alguien más; sobre todo, si se encuentran en una relación de cualquier tipo.
Ésta subjetividad provoca conflictos personales y de “pareja”, ninguna de las partes relacionadas puede entender cómo es que el otro no entiende qué debe ser primero y qué pasa a segundo plano. Dicha falta de empatía es considerada como egoísmo, pues la sociedad nos ha enseñado que las relaciones interpersonales exigen dejar de lado nuestros deseos y ponderar los ajenos, adoptando así como propias las metas de segundos, sin quejarnos, de “buena gana”.
El ser humano es por naturaleza un ser egoísta, sin embargo la sociedad, por cuestiones de convivencia, lo ha tratado de modificar; coaccionando a cada integrante para que, a más tardar, luego de la adolescencia adopte las convenciones.
Muchos se preguntan ¿cómo es que se llegó a la monstruosa decisión de mutilar algo tan inherente al humano? No fue de la noche a la mañana, ni un gran consejo de hombres sabios escribió así de repente “ignora tus deseos, cumple los de otros”. Todo fue dándose de conquista en conquista, con la absorción y deshecho de costumbres, gracias a la existencia de líderes y de borregos.
Empero, hay quienes desobedecen las normas de la sociedad, ya sea con base en un análisis profundo de todas las premisas o por rebeldía sin razonamiento. Esos “renegados” cimbran el mundo, su paso provoca confusión, tristeza, admiración, odio… dependiendo de qué tan cercano se esté a dicha persona. No he de enfocarme en aquel que desobedece las normas, sino a quien está relacionado con él/ella.
¿De verdad es posible causar tanto dolor a alguien y no sentir culpa? Lo es, cuando “el rebelde” no considera los deseos del otro, pero éste sí antepone las necesidades del “desconsiderado”.
Expuesto este pequeño razonamiento, quien lo lea no tardará mucho en repensar su situación. Ha de entenderla, lo garantizo. No obstante, propongo que si está inconforme con el comportamiento de ese “renegado” cercano a sí, continúe ponderando los caprichos de esa abominación social, sonría (eso es la parte difícil), usted tiene tanto para dar.
Lo fácil viene a continuación: a oscuras, deléitese realizando las fantasías más egoístas que sea capaz de imaginar; caray, que “el renegado” ni ha de enterarse, se lo aseguro (es incapaz de ver más allá de su nariz). Usted, sí, usted que ya no es un borrego, pero que difícilmente puede separarse por completo de la vieja usanza, tiene la opción de tener vidas paralelas. Paladear el egoísmo y la sumisión. Tómelo no como hipocresía, sino como venganza.