domingo, 7 de octubre de 2012

Peces en el río

El verdadero nivel de significado en el dicho "el pez por su propia boca muere".

Luego de tanta labia , dosificada a lo largo de los años, el gigante al fin había logrado que la curiosidad y deseo poseyeran el cuerpo de la diosa. Estaba en sus manos, al punto de abandonarse a los brazos.

No contó con una falla en su plan. Ese cuerpecillo del que ya saboreaba cada cornisa, estaba atado a un corazón delicado, celoso, ansioso de ternura y lealtad. Capaz de endulzar la más profunda acritud.

Desde tiempos inmemoriales basta una frase para romper el encanto ¡Ablush! ¡Se suelta la lengua!

Sus ojos castaños y piel caoba no han de adherirse, ni en sueños, a la corpulencia de aquél de palabras principescas.

¿El pecado? No guardarse frente ella los deseos hacia otras. Años de retórica se han evaporado. Esas tetas chocolate no se derretirán en los labios del gigante. Jamás. El ego roto es y será causa de tristeza, venganza. Negación perpetua.

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